“Llegar juntos es el principio. Mantenerse juntos, es el progreso. Trabajar juntos es el éxito”. Henry Ford.
En los cursos sobre Gestión de Proyectos de Cooperación que he ofrecido en los últimos años, siempre han sido recurrentes las preguntas sobre el sentido de la participación. ¿Quiénes son los interesados o involucrados en el proyecto y quienes deben participar? ¿Qué intereses e influencia tienen? ¿Cómo se determina que los actores, sean individuales o institucionales, participan efectivamente? ¿Cómo incentivar la participación? ¿Es cierto que entre mayor participación haya, mayor será el éxito del proyecto? ¿Qué estrategias o acciones debemos utilizar para comprometer nuestros grupos de interés?
En este blog trataremos sobre el tema de la participación de los involucrados (stakeholders) en los proyectos de cooperación. Recordemos que los proyectos de cooperación son producto de una negociación entre dos instituciones, que desean unir esfuerzos para lograr mejores resultados. Los proyectos más típicos en ésta área son aquellos de la cooperación internacional para impulsar el desarrollo en distintas áreas o proyectos de responsabilidad social empresarial. Son diferentes de aquellos proyectos que decide y realiza una sola institución. En los de cooperación, quienes negocian son los representantes de los países u organizaciones receptores o representantes de las organizaciones que reciben apoyos por responsabilidad social o ambiental de las empresas y los representantes de los países que la otorgan, conocidos como los “donantes”. La Dirección compartida del proyecto tiene que planear y gestionar la mejor forma de trabajo con los involucrados.
Hacia una mejor comprensión de la participación
La participación es hoy una palabra en boga, no falta en ningún discurso político, en ninguna carta de entendimiento, en ninguna reunión de inicio o de presentación del proyecto ante autoridades o evaluadores. Es una palabra necesaria, para legitimar la ejecución del uso de recursos en la solución de los problemas y la satisfacción de las necesidades de los involucrados. Sin embargo, algunas experiencias demuestran que la repetición y el uso múltiple no ha contribuido mucho a su comprensión y a la aplicación real del concepto. La adopción en el discurso del concepto no significa que se dé la misma interpretación y se usen las mismas aproximaciones teóricas. Tal como ocurre con otras palabras, se tornan a veces vanas, se convierten solo en recursos retóricos, perdiendo su valor transformador.
La participación se entiende como una característica de la condición humana. Como seres sociales tenemos la necesidad de participar, para definir en qué, cómo, cuándo y dónde deben ocurrir las situaciones que deseamos o aspiramos. Sin embargo, no es solo el deseo, hay condiciones que definen las posibilidades de participación: el propósito y responsabilidad exigida en la participación (¿qué rol se espera de cada participante?), que responsabilidades y compromisos se adquieren, el interés en una situación específica, las estructuras y relaciones de poder, el nivel de información, la capacidad de tomar riesgos, los incentivos existentes que motiven o no la participación, los costos de transacción para poder participar y la expectativa de beneficios y la probabilidad de alcanzarlos.
Para algunos la participación adquiere un carácter moral, para otros es esencialmente de carácter económico-social. Esta última visión es la que domina en la dirección de proyectos. Quiere decir que, si la participación es buena y adecuada, los resultados serán mejores o mayores y por lo tanto la eficiencia será mayor. La participación, sea cual sea su aproximación, tiene un estatus establecido dentro de la articulación de los procesos de desarrollo y comienza a verse como una característica sine qua non, como un requisito más a cumplir que valida la actuación en los procesos. Los involucrados pueden cooperar de distinta forma para el éxito del proyecto: aportes en la toma de decisiones, potenciación de los recursos, creación de valor, ayudas en la ejecución, contactos, búsqueda de financiamiento, aportes en información, participación en monitoreo y control, mejor manejo de riesgos, elevación de la motivación y mejor gestión de conocimiento e innovación y mejor rendición de cuentas y transparencia. Quienes participan desde la planificación, normalmente están más convencidas y/o convencidos del concento y de esta forma, tienen mayor compromiso.
La adopción del discurso participativo no siempre significa una misma interpretación del concepto y por lo tanto no se traduce necesariamente en los mismos enfoques y resultados. Por esto se distingue entre participación efectiva y activa (la que debe buscar quien o quienes dirigen el proyecto), participación aparente o simbólica y participación manipulativa.
La gestión de la participación de los involucrados
La participación no es automática o espontánea, es necesario que quien dirige la planee, gestione, monitoree y evalué. Para esto es necesario identificar, caracterizar y clasificar, de acuerdo a criterios previamente establecidos, a todos los involucrados (individuos y personas representantes de diferentes organizaciones e instituciones. De los resultados se desprenderán las medidas específicas para motivar la participación, mantener la información y comunicación adecuadas con cada grupo, resolver los conflictos, cumplir los requisitos y aprovechar las capacidades en bien del proyecto. El monitoreo de la efectividad de las medidas y los ajustes necesarios a la estrategia deben ser tarea permanente de quienes dirigen.
Problemas más frecuentes en la participación en proyectos de cooperación
En la ejecución de proyectos de cooperación se presentan la participación efectiva enfrenta varios problemas.
Utilizando el esquema de Ishikawa la gráfica anexa nos presenta los principales problemas de la gestión de los involucrados y sus causas. Es una elaboración propia, basada en las experiencias obtenidas en varios proyectos de cooperación. Debe servir como una guía para la reflexión de cada situación particular.
¿Cómo mejorar?
– Mejorar el análisis de los interesados o involucrados y definir las estrategias de cómo tratar con cada grupo de interesados, para lograr participación de calidad y no de apariencia.
– Actualizar continuamente el análisis, por ejemplo, incluyendo este punto como parte del sistema de monitoreo del proyecto.
– Proveer mayor información a los involucrados más débiles (mujeres, jóvenes, indígenas, pequeños proveedores, empleados) y prepararlos en la interpretación de las informaciones relacionadas con el proyecto, para lograr que su participación sea efectiva.
– Diseñar, preparar y ejecutar mecanismos de dialogo multiactor y multinivel.
– Creación de observatorios y veedurías para proyectos de desarrollo territorial.
– Utilización amplia de los avances en tecnologías de la información y comunicación para asegurar participación efectiva de los involucrados más débiles.
– Diseñar mecanismos que permitan la presentación, tramite y respuesta a quejas de los actores.
– Monitorear sistemáticamente y participativamente el grado de satisfacción de los destinatarios de los proyectos con los servicios prestados. Se pueden utilizar encuestas, grupos focales, testimonios, historias de experiencias con los proyectos.